Persisten patrullajes de grupos armados ilegales en el Suroeste antioqueño: comunidades viven bajo temor constante.
La presencia de grupos armados ilegales en zonas rurales del Suroeste de Antioquia continúa generando temor entre los habitantes de la región. En los últimos días, se ha reportado un nuevo patrullaje de más de diez hombres fuertemente armados, que se desplazaron por las montañas del cañón de San José y La Magdalena, en límites entre los municipios de Betulia y Urrao.
Los pobladores denuncian que esta no es la primera vez que ocurren hechos similares. La presencia reiterada de estos actores armados —presuntamente integrantes de las disidencias de las Farc— ha sembrado inquietud en comunidades rurales, que se sienten vulnerables frente a una autoridad limitada o ausente en estas zonas de difícil acceso.
Una amenaza que ya había sido advertida
Este no es un caso aislado. En abril pasado, un grupo armado patrulló el corregimiento de Altamira, en jurisdicción de Betulia, a pocos metros de la estación de Policía, sin que se produjera una reacción inmediata de las autoridades. Ese incidente encendió las alarmas sobre la capacidad de intimidación de estos grupos en centros poblados y no solo en las veredas o caminos rurales.
A pesar de la gravedad de los hechos y de las evidencias entregadas por los habitantes, no se han registrado capturas relacionadas con estos patrullajes armados. Esta falta de resultados genera aún más incertidumbre entre los habitantes, que reclaman acciones contundentes del Estado para garantizar su seguridad y la integridad territorial.
Un desafío creciente para las autoridades
La situación pone nuevamente sobre la mesa el desafío que enfrentan las autoridades departamentales y nacionales para contener el avance de los grupos armados ilegales en Antioquia. Zonas como el Suroeste, históricamente marcadas por el abandono estatal, se convierten en terreno fértil para el accionar de estructuras ilegales que buscan controlar rutas, intimidar a la población o establecer presencia territorial.
Mientras tanto, los habitantes del cañón de San José, La Magdalena y Altamira conviven con el miedo cotidiano y la incertidumbre ante la posibilidad de nuevos patrullajes o enfrentamientos, en medio de una aparente ausencia de respuesta institucional.