No permitamos que en Colombia las nuevas generaciones crezcan con odio, con miedo. Aprendamos a poner de primeras lo que nos une.

Sé que es una petición difícil en esta época, cuando el sinsentido nos han demostrado su capacidad de hacer daño. Volvimos a vivir el horror que padecimos décadas atrás, cuando muchos sufrimos, crecimos o nos educamos en momentos del país con permanente miedo, con constante incertidumbre. Cuando ante un asesinato no teníamos tiempo de dolernos, de permitirnos una reflexión o de asimilar un aprendizaje, pues siempre llegaba otra situación que acrecentaba ese temor y esa desesperanza.

Con el atentado de Miguel Uribe el 7 de junio, muchos experimentamos otra vez esa sensación. Sin embargo, fue reconfortante escuchar a María Claudia Tarazona, la esposa, hablar de no buscar venganza tras su muerte e invitarnos, por el contrario, a construir paz. Ella dice que esos más de dos meses en que Miguel y el equipo médico lucharon por la vida la ayudaron a prepararse para enfrentar esa durísima y dolorosa realidad que está asumiendo con tanta entereza. Sin duda, el amor hacia su marido y el apoyo del país entero, que sufrió con ella, también cumplieron un papel. Ahora, cuando le queda el reto enorme de educar a sus hijas y al pequeño Alejandro, levanta su voz y nos invita a no entregarnos a la desesperanza, a la rabia, al miedo.

No será fácil, pero debemos seguir su ejemplo: cada uno de nosotros puede asumir una actitud constructiva. Por la responsabilidad con las nuevas generaciones, no perdamos la esperanza, no nos entreguemos a la rabia. Al contrario, asumamos nuestro propio papel en la construcción de una sociedad en paz.

Suena a tarea grande y lejana, pero podemos empezar en la propia familia, en el colegio de los hijos, en el entorno laboral. Permitamos el disenso y abracemos la diferencia con curiosidad y con respeto. Esto no va a ser nada fácil. Pero podemos comenzar por ver a las personas a través de lo que nos une, no desde las opiniones, creencias o situaciones que no compartimos.

En nuestro quehacer de ya más de 22 años, en Red PaPaz es común preguntarles a quienes conocemos si tienen hijos y en qué colegio están. Un gesto tan pequeño nos acerca enormemente. Pues desde el rol de ser parte de una familia o de educar un hijo encontramos muchos temas en común, preocupaciones compartidas, anécdotas divertidas. De esa manera tendemos un puente de comunicación, de empatía, que nos facilitará después hablar de los retos, de las diferencias y de las cuestiones que nos distancian.

La paz empieza en gestos cotidianos y conversaciones sinceras. Que nuestra respuesta al odio sea siempre más humanidad.

Carolina Piñeros Ospina

Directora ejecutiva de Red PaPaz