Mientras China celebraba una aparente distensión en su relación con Estados Unidos, la administración Trump sorprendió con dos movimientos que reavivan la tensión entre ambas potencias. Las medidas —anunciadas este miércoles por la noche— apuntaron directamente al sector tecnológico y a los estudiantes chinos, poniendo en entredicho la frágil tregua de 90 días acordada entre los dos países.
Desde Beijing, el panorama parecía prometedor: las fábricas retomaban su ritmo, los puertos recuperaban el flujo comercial y los medios estatales vendían el acuerdo como un triunfo diplomático. Sin embargo, el nuevo golpe de Washington cambió el tono del discurso.
El primer movimiento fue la restricción a empresas estadounidenses para exportar software especializado en diseño de semiconductores a China, especialmente si los destinatarios están vinculados al sector militar. Según reveló el Financial Times, esta medida podría frenar significativamente la innovación tecnológica del país asiático.
El segundo golpe llegó al ámbito académico: el endurecimiento de criterios para otorgar visas a estudiantes chinos, con el argumento de posibles vínculos con el Partido Comunista. La medida generó alarma entre la comunidad estudiantil, afectando directamente a jóvenes como Candy, una estudiante de estadística en la Universidad de Michigan, que ahora teme ser expulsada antes de graduarse.
China reaccionó con firmeza. Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores denunció las acciones como “injustas” y motivadas por razones ideológicas, advirtiendo que Estados Unidos utiliza la seguridad nacional como pretexto para obstaculizar la cooperación.
Con apenas 90 días para consolidar un acuerdo definitivo, estas acciones de Washington podrían echar por tierra los avances diplomáticos y reactivar un conflicto con consecuencias globales.