Aunque la Alcaldía de Medellín reporta haber retirado más de 7.050 cambuches y 750 toneladas de residuos en lo que va del año, la ciudad enfrenta una problemática estructural que sigue agravándose: cerca de 8.000 personas viven hoy en situación de calle, una cifra que no deja de aumentar.
Las autoridades insisten en que el desmonte de cambuches dignifica el espacio urbano, especialmente en zonas críticas como las comunas Candelaria, Guayabal y Belén. Sin embargo, detrás de cada carpa retirada hay una historia de abandono, pobreza extrema y falta de oportunidades que sigue sin resolverse.
El centro de la ciudad, foco comercial y cultural, se ha convertido en uno de los escenarios más visibles de esta realidad. Comerciantes expresan su preocupación por la cercanía de los cambuches a los locales, lo que, según ellos, afecta la percepción de seguridad y el flujo de clientes. “Ya no es solo el Bronx, están por toda la ciudad”, comenta comerciante del Centro.
A pesar de los esfuerzos logísticos desplegados —con 30 promotores de espacio público, cuatro móviles y dos compactadores operando a diario—, el fenómeno de callejeros desplazados por la pobreza no cesa. Mientras el número de estructuras improvisadas disminuye en las estadísticas oficiales, el drama humano detrás de ellas sigue intacto.