Por: Fernando Calderón España

Garzón es la tierra de las maravillas. Garzón es tapiz de barro, piedra o cemento, pero siempre una cuna suave, musical, con nubes de algodón o rayos de sol que bajan de múltiples colores. La razón baja de sus montañas convertidas en una ráfaga de inteligencia que penetra en los cuerpos nativos para convertirlos en ejemplo, referencia o prototipo. La belleza se quedó en los ojos, en la piel y en las esculturas
humanas de sus mujeres que se mueven al ritmo del viento que viene de sus quebradas y que desembocan en el río, allá, al otro lado en donde bailan y lloran los guaduales y se alborotan las espumas. Garzón es el imperio de la serenidad, de las luces, de las brisas, de los
platanales que se agachan para dar las gracias, del aroma de café, de las tardes que se van para volver, de los rezos convertidos en armadura. Es un honor ser garzoneño.

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