En Medellín se repite una escena preocupante: mientras la ciudad enfrenta emergencias y episodios de orden público que generan zozobra, la ausencia del alcalde se hace cada vez más evidente.

La reciente detonación de un artefacto explosivo en el sector de Loreto puso nuevamente a prueba a las autoridades locales, que debieron atender la crisis sin la presencia directa de quien fue elegido para liderar la ciudad. No es la primera vez: accidentes en el sistema Metro, fallas en el Metrocable, emergencias de seguridad y hasta fugas de detenidos han tenido que ser asumidos por funcionarios subalternos, mientras la ciudadanía percibe un vacío en el mando político.

Durante esta administración, Federico Gutiérrez ha mantenido una agenda marcada por viajes y participación en escenarios fuera de Medellín. Aunque pueda tratarse de compromisos de gestión o proyección política, lo cierto es que crece en la opinión pública la percepción de que las prioridades de la ciudad no siempre encuentran acompañamiento inmediato por parte de su máxima autoridad.

Este no es un cuestionamiento a la necesidad de posicionar a Medellín en otros espacios, sino un llamado a reconocer que la función principal del cargo exige gobernar desde el territorio y en cercanía con la gente. Medellín enfrenta desafíos complejos en materia de seguridad, movilidad, convivencia y confianza institucional, que requieren presencia activa, decisiones firmes y liderazgo constante.

La ciudad no necesita un representante viajero, sino un alcalde que asuma, en cuerpo y voz, los momentos más difíciles. Medellín demanda a su mandatario aquí, acompañando a las comunidades, respondiendo en las crisis y demostrando con hechos que la ciudad está por encima de cualquier otra agenda.

Fotos: Denuncias Antioquia – Colprensa