La Iglesia católica en Colombia está de luto por la partida de monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, un hombre de profunda vocación pastoral, nacido en Bello (Antioquia), que dedicó su vida al servicio de la fe y la defensa de los más vulnerables.
La Conferencia Episcopal de Colombia confirmó su fallecimiento este fin de semana. Hasta sus últimos días, monseñor Ochoa ejercía como obispo castrense, acompañando espiritualmente a los miembros de las Fuerzas Militares del país.
Ordenado sacerdote por el papa Juan Pablo II, su camino eclesial lo llevó a ocupar importantes cargos dentro de la Iglesia colombiana. Benedicto XVI lo nombró obispo auxiliar de Medellín, y más tarde, el papa Francisco le confió la diócesis de Cúcuta, una de las más desafiantes del país por su ubicación en la frontera con Venezuela. Allí, Ochoa fue reconocido por su incansable labor en favor de los migrantes, liderando obras humanitarias en medio de una de las mayores crisis migratorias de América Latina.
En 2009, su misión pastoral se vio abruptamente interrumpida en Medellín, tras recibir amenazas contra su vida que lo obligaron a abandonar la ciudad. Aun así, su compromiso no se quebrantó y continuó ejerciendo su ministerio en otros territorios donde la Iglesia lo necesitó.
Su vida fue un testimonio de firmeza en la fe, resiliencia ante la adversidad y servicio al prójimo. Monseñor Víctor Manuel Ochoa deja un legado espiritual y social imborrable en la historia reciente de la Iglesia colombiana.