Por estos días hemos registrado un hecho muy significativo: que una obra de gran envergadura como el intercambiador vial del aeropuerto José María Córdoba, haya sido entregado cuatro meses antes de expirar la fecha de terminación del contrato.
Ha sido en verdad una obra de alta significación, no solo para conectar a Medellín con su aeropuerto, sino para mejorar la conectividad con Rionegro, Guarne y la región de Llano Grande, así como también para mejorar el flujo con la enorme obra del túnel de Oriente: doble calzada y cuatro enormes orejas que se ajustan a las conexiones, sin duda una estructura de la mayor significación.
Y todo se realizó teniendo en cuenta la enorme dificultad que se traduce en ejecutar unos trabajos de gran complejidad, en medio de la enorme congestión que ese punto crítico representa. Y la verdad, se pudo; fue posible cumplir con los estimativos y presupuestos y se logró además que los plazos se cumplieran anticipadamente. Esa firma ejecutora debería ser premiada, debería ser ejemplo en materia de contratación y se le deberían adjudicar nuevos contratos en razón a su afortunada experiencia.
Este país está cansado con el incumplimiento en la ejecución de las obras públicas: anuncios que no se traducen en lo estipulado, largas licitaciones que se ven entorpecidos por retrasos en los permisos ambientales, en la compra de predios y en los ajustes de diseños; y después, tortuosos desembolsos, incapacidad de los contratistas para realizar las cantidades de obra en los plazos pactados y contratados, y un largo etcétera, en donde es posible exhibir toda clase de frustraciones que terminan afectando a las comunidades y menoscabando la confianza en la función del Estado.
La lista de elefantes blancos suele aparecer con bastante frecuencia en los medios de comunicación, pero la situación continúa casi en idénticas condiciones, en donde no solo la solución a las necesidades queda aplazada, sino que el presupuesto público se ve menoscabado, pues las obras terminan con sobrecostos que pueden llegar hasta la duplicación de los presupuestos iniciales.
Dos factores deberían estar en la mira: corrupción e ineficiencia, ambos ampliamente perturbadores, que terminan acabando con la paciencia de los ciudadanos, que pagan oportunamente sus impuestos, con la esperanza de que esos recursos se les devuelvan en obras y en servicios de buena calidad y de alto impacto en sus vidas.
Y, por otro lado, que las dependencias en las que está en cabeza la contratación, tengan una alta capacidad técnica que les permita actuar de manera eficiente en todos los procesos, desde la elaboración de los proyectos, pasando por la contratación de los mismos y por la debida ejecución.
Sí se puede, Antioquia lo está demostrando.
Foto y noticia: Colprensa