Más de 6.000 adolescentes fueron ingresados al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) en 2024, con un predominio de jóvenes varones, la mayoría entre los 14 y 17 años. De acuerdo con cifras del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), el hurto es el delito más frecuente en estos casos, con 1.482 incidentes registrados, seguido por el tráfico de estupefacientes, violencia intrafamiliar y otros crímenes.

El panorama se agrava cuando se observa el contexto familiar y social de los jóvenes. Un alto porcentaje proviene de hogares monoparentales, donde las madres son las principales proveedoras, lo que, según expertos, puede generar un desarraigo emocional en los adolescentes.

Según la última encuesta del ICBF (2019), el 58,2 % de los adolescentes en el SRPA vivieron en familias monoparentales, siendo el 86,3 % de estos hogares encabezados por mujeres. Además, el 51,1 % de los jóvenes involucrados en el sistema tenía, o había tenido, algún familiar privado de la libertad.

En el conversatorio «Más allá del delito: historias, derechos, futuro», organizado por la coalición NiñezYA, varios jóvenes que han sido parte del sistema penal compartieron sus vivencias. María Fernanda, una de las participantes, relató que muchos de ellos nunca consideraron la posibilidad de llegar a la universidad. «Nunca contemplamos estar en la universidad. Eso es para personas millonarias. Y si es en la universidad pública, pues es para los que son muy inteligentes», expresó.

Carlos, Johan y Dairon también compartieron sus historias de vida. En sus barrios predominan hogares donde las madres son las únicas proveedoras y, debido a ello, los jóvenes quedan al cuidado de sus hermanos mayores, lo que a menudo los empuja hacia las calles. “Vengo de una cadena de droga, violencia y delincuencia”, señaló Carlos. Johan explicó que a pesar de ser testigo del daño causado por las drogas y el encarcelamiento de sus familiares, también vio en ello una forma de aprendizaje sobre los errores que podía evitar.

El proceso de reintegración y restauración en el SRPA es clave para evitar que los jóvenes reincidan en conductas delictivas, aunque no siempre resulta efectivo. Durante el conversatorio, los jóvenes compartieron cómo, en algunos casos, el proceso de justicia restaurativa les permitió transformar sus relaciones familiares. “Yo no tenía una buena relación con mi papá. No me decía ni feliz cumpleaños. No había confianza para hablar, pero con el proceso logré tener vínculos con él”, relató Johan, uno de los jóvenes que participó en el conversatorio.

Por otro lado, Dairon indicó que la justicia restaurativa lo ayudó a reconocer el daño que causaba a su familia y a otros. “En algún momento llegó el arrepentimiento. Pensé: ¿además de dañar a mi familia, por qué lastimar a otra que nunca me hizo nada? No conocía la justicia restaurativa, pero la estaba viviendo”, expresó.

A pesar de los avances, los jóvenes enfrentan grandes desafíos una vez egresan del sistema penal. Según Johan, al salir, es difícil aplicar lo aprendido debido a las barreras sociales y el estigma que siguen enfrentando. «Cuando egreso, un reto difícil es poner en práctica todo lo que me enseñaron durante el proceso y más porque me fui a vivir solo y a otra ciudad», señaló.

Carlos también compartió su frustración por la falta de apoyo luego de cumplir con su proceso. «Yo tenía a la defensora en un pedestal, pero se me cayó cuando le dije que quería ser sicólogo y me contestó: ya no tiene problemas con la ley y se fue», comentó.

La falta de acompañamiento adecuado después de la salida del SRPA es un problema recurrente. Gracy Pelacani, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, concluyó que más allá de superar los prejuicios hacia los adolescentes del sistema penal, la sociedad debe hacer un esfuerzo por conocer más y escuchar las historias de quienes han estado en el sistema. “Más allá de superar los prejuicios sobre los adolescentes del SRPA, la sociedad tiene que conocer más y escuchar a quienes estuvieron en el sistema”, concluyó.

Según un informe del ICBF, el 73 % de los adolescentes en el SRPA reportaron haber sufrido algún tipo de agresión antes de su ingreso, con el 38 % de ellos habiendo experimentado agresiones físicas. Además, el 51,1 % de estos jóvenes proviene de familias con antecedentes de privación de libertad, lo que refleja un ciclo intergeneracional de violencia y exclusión social.

Durante el conversatorio, los jóvenes coincidieron en que la clave para prevenir la reincidencia no está en aumentar las sanciones, sino en crear un entorno de apoyo y prevención. María Fernanda resumió este sentimiento al señalar: “Es triste que se deba pasar por esto para que un joven tenga oportunidades. Si las tuviera antes, ¿no sería prevenir?”.

De acuerdo con una caracterización realizada por el ICBF al SRPA en 2019, el 73 % de los adolescentes en el sistema fueron víctimas de agresiones antes de ingresar, mientras que el 12 % vivió con familiares que habían pertenecido a grupos armados o habían enfrentado sanciones penales.

Foto y noticia: Colprensa