Los micronegocios son un pilar de la economía colombiana. Representan el sustento de millones de personas y, en teoría, un camino hacia la autonomía. Para las mujeres, en particular, se han convertido en una alternativa de generación de ingresos, ante las barreras del mercado laboral. Sin embargo, datos recientes revelados por el DANE y la Fundación WWB Colombia en un estudio conjunto, pintan un panorama desafiante: para una inmensa mayoría de ellas, el emprendimiento no es una escalera hacia la prosperidad, sino una trampa de pobreza, perpetuada por una desigualdad estructural que tiene un ancla invisible y pesada, el trabajo de cuidado no remunerado.
Las cifras son contundentes y exponen una brecha que no puede ser ignorada. Mientras que el 64,5% de los micronegocios en el país son propiedad de hombres, solo el 35,5% pertenecen a mujeres que, quienes además tienen una menor participación en el mercado laboral.
Esta disparidad en la propiedad es solo el inicio. La verdadera dimensión del problema se revela en los ingresos; los negocios liderados por mujeres venden, en promedio, un 39,9 % menos que los de los hombres, esto significa que por cada $100 que vende un micronegocio masculino, uno femenino apenas factura $60.
¿A qué se debe esta abismal diferencia?, no se trata de falta de capacidad, talento o de peores ideas de negocio; según el estudio, gran parte de la respuesta radica en cómo hombres y mujeres emprendedores distribuyen las horas de su día.
El análisis detallado muestra que las propietarias de micronegocios dedican en promedio 7 horas y 58 minutos diarios al trabajo de cuidado no remunerado (cocinar, limpiar, cuidar a los hijos o a los adultos mayores), mientras que los hombres solo dedican 2 horas y 55 minutos a estas tareas, por supuesto, esta «doble jornada» tiene una consecuencia directa y devastadora: a ellas les queda menos tiempo para invertir en su negocio. Es una competencia profundamente desigual desde el inicio; menos tiempo es igual a menos ventas, y por ende menos ingresos.
Este desequilibrio no solo persiste, sino que se agrava al considerar la estructura de los hogares. En Colombia, el 46,5 % de los hogares están encabezados por una mujer, y el 37,7 % de ellas se encuentran en situación de pobreza monetaria. Esta cifra es significativamente mayor que la de los hogares liderados por hombres (29,5 %). Para 4,7 millones de madres cabeza de familia, el micronegocio es el único sustento familiar, si a esto se suma que sea la principal cuidadora del hogar, la incidencia de la pobreza se dispara.
Celebrar el emprendimiento femenino sin abordar esta realidad es un gesto vacío. No podemos seguir pidiendo a las mujeres que sean heroínas multitarea en una cancha de juego inclinada, la solución no es individual, es estructural. Es urgente que la discusión sobre la reactivación económica y la lucha contra la pobreza ponga en el centro la implementación de una Política y un Sistema Nacional de Cuidados.
Redistribuir la carga del trabajo no remunerado, promoviendo la corresponsabilidad en el hogar y creando infraestructuras de cuidado (guarderías, centros para adultos mayores), es más que una política social. Es la política económica más inteligente que podríamos adoptar; liberar esas casi cinco horas diarias que las mujeres dedican al cuidado para que puedan invertirlas en sus negocios tendría un efecto multiplicador en la economía, reduciría la pobreza y, finalmente, convertiría a los micronegocios en lo que debieron ser: un verdadero motor de crecimiento económico, prosperidad y bienestar para todos.
Por Daniela Konietzko Calero, presidente de la Fundación WWB Colombia – Foto y columna: Colprensa