Una técnica de imágenes cerebrales desarrollada por investigadores de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) ha identificado las áreas de la corteza cerebral -justo detrás de la frente- más dañadas por los impactos repetitivos al cabecear un balón de fútbol. Su estudio también reveló que este daño provoca déficits cognitivos en futbolistas que cabecean el balón con frecuencia.

El estudio, publicado en ‘JAMA Network Open’, se realizó en jugadores de fútbol amateur adultos de la ciudad de Nueva York (Estados Unidos). «Lo importante de nuestro estudio es que muestra, realmente por primera vez, que la exposición a impactos repetidos en la cabeza provoca cambios específicos en el cerebro que, a su vez, perjudican la función cognitiva», relata el líder del estudio, Michael Lipton, profesor de radiología e ingeniería biomédica en el Vagelos College of Physicians and Surgeons de la Universidad de Columbia.

El estudio también proporciona a los investigadores una herramienta de imágenes cerebrales que necesitan para detectar estas lesiones en las personas, aprender más sobre las formas en que los impactos repetitivos en la cabeza afectan al cerebro y desarrollar tratamientos.

Un segundo estudio del laboratorio de Lipton, en prensa en la revista ‘Neurology’, utilizó una técnica de imágenes diferente para observar el cerebro y encontró daños relacionados en la misma área. «El hecho de que ambas técnicas, analizando dos características diferentes, encuentren la misma asociación refuerza nuestra conclusión de que estos cambios están mediando los efectos cognitivos del cabezazo», expone Lipton.

Los investigadores utilizaron una nueva técnica de imágenes para buscar biomarcadores de lesiones por cabezazos en un área del cerebro que anteriormente era inaccesible a imágenes precisas.

Utilizando resonancia magnética de difusión, una técnica que examina la microestructura y la organización celular, los investigadores tomaron imágenes de los cerebros de los atletas para observar la interfaz entre la materia blanca y gris en la corteza cerebral, la superficie más externa del cerebro.

«Observamos esta interfaz porque la materia blanca y la materia gris tienen diferentes densidades y se mueven a distintas velocidades en respuesta al impacto en la cabeza», explica Lipton. «Esto crea fuerzas de cizallamiento entre ambos tipos de tejido, lo que deja la interfaz entre ambas capas vulnerable a lesiones».

Las técnicas típicas de dMRI funcionan bien para analizar las estructuras profundas del cerebro, pero existen importantes obstáculos que limitan su capacidad para analizar las capas externas, precisamente las áreas más susceptibles a sufrir lesiones por cabezazos. Joan Song, estudiante de posgrado del laboratorio de Lipton, desarrolló un nuevo método para caracterizar la microestructura dentro de las zonas de transición entre la materia gris y la blanca en la superficie externa del cerebro.

De esta forma, el equipo de Lipton realizó resonancias magnéticas digitales a 352 futbolistas aficionados adultos, quienes reportaron distintos niveles de cabeceo durante el año anterior, y a 77 atletas de la misma edad que no practicaban deportes de colisión. Todos los jugadores realizaron pruebas sencillas de aprendizaje y memoria.

Los jugadores que más cabeceaban el balón -con más de 1.000 cabezazos al año- presentaban transiciones significativamente más difusas entre la materia gris y la blanca en la región orbitofrontal, pero no en otras regiones cerebrales más alejadas. Los jugadores que más cabeceaban también obtuvieron un rendimiento ligeramente inferior en pruebas de aprendizaje y memoria, en comparación con los jugadores que casi no cabeceaban. Los mayores daños en la zona de transición relacionaron los impactos en la cabeza con un peor rendimiento en las pruebas.

«Es una evidencia muy sólida de que estos cambios microestructurales probablemente sean una causa de déficits cognitivos», recalca Lipton.

El laboratorio ahora está estudiando la posible relación entre estos biomarcadores y el desarrollo posterior de encefalopatía traumática crónica (ETC), una enfermedad neurodegenerativa que se ha diagnosticado en atletas que experimentaron muchos impactos en la cabeza a lo largo de sus carreras como jugadores.

«La ubicación de la anomalía que informamos es notablemente similar a la patología de la ETC, aunque aún no sabemos si está relacionada con la ETC o si alguno de estos atletas actualmente sanos desarrollará ETC». El laboratorio de Lipton también está investigando si la actividad cardiovascular puede ayudar a proteger el cerebro del daño causado por impactos repetitivos.

Foto y noticia: Colprensa