Dicen en Bolivia, mitad en serio mitad en broma, que el deporte favorito del país es hacer filas: la pandemia las multiplicó y en los últimos días han cundido a hospitales, postas sanitarias y otros lugares improvisados como centros de vacunación contra el COVID-19.

En frío, lluvia o calor, sin quejarse, millares de personas madrugan muy temprano, y en casos extremos pernoctan en la calle para ganar los primeros lugares en las filas de pacientes que buscan fichas para recibir las vacunas disponibles.

Que sea actividad favorita es discutible, pero saltan a la vista la paciencia y la voluntad de aguante de quienes acuden a los centros de vacunación, no todos con cupo asegurado porque no se registraron previamente.

La campaña de inmunización general contra el nuevo coronavirus —que ha comenzado en la primera semana de abril y debería cubrir en el primer mes a los mayores de 60 años y personas con enfermedades de base— parece tropezar no solo con la confirmada escasez de vacunas, sino también con una recurrente desorganización y falta de información.

Cinco horas

Quienes sufren el problema estos días son los ancianos, a muchos de los cuales este corresponsal vio soportar el frío de madrugada y luego el inclemente sol de otoño en la andina La Paz antes de que los más afortunados pudieran recibir la primera dosis.

En la mayoría de los casos, esta gestión duró hasta cinco horas, sin considerar el tiempo y las dificultades para llegar a la fila de madrugada, aun a oscuras y cuando todavía el único transporte disponible es el de los taxis.

«Yo caminé como media hora desde mi casa para llegar a las cinco y media, y cuando llegué ya había como 50 personas en la fila, y resulta que mi ficha es la 134», dijo Florencio Gutiérrez, un septuagenario en un centro de vacunación del principal seguro estatal, en diálogo con Sputnik.

Gutiérrez dijo que había acudido dos días antes al mismo centro, llevando el certificado de registro previo exigido, pero que las vacunas se agotaron y le indicaron que retorne otro día, muy temprano como lo hizo, para conseguir ficha de atención.

«Gracias al madrugón logré que me vacunen. Me han tomado la temperatura y otras medidas, y ahora debo volver en tres semanas para la segunda dosis. Será otra amanecida pero con vacuna asegurada, parece», dijo sin ocultar su pesar porque «a varios otros ancianos no los han aceptado».

De las 619.794 vacunas administradas, 431.138 eran primeras dosis, la mayor parte a médicos y demás personal sanitario y solo unas decenas de miles a los adultos mayores, según las cifras oficiales.

Si ahora con pocos pacientes la vacunación es lenta y complicada, ¿qué pasará cuando toque vacunar a grupos masivos de personas?, consultamos a un médico de la CNS.

CON INFORMACIÓN DE SPUTNIK, AGENCIA RUSA DE NOTICIAS