En la Candelaria y La Pastora, dos sectores del oeste de Caracas en los que se venera desde hace 100 años al recién nombrado beato venezolano José Gregorio Hernández, se concentraron el viernes decenas de sus seguidores.

Pasadas las 10:30 hora local, sonaron las campanas de la iglesia la Candelaria. Un par de fuegos artificiales dieron la señal de que había comenzado la ceremonia y los presentes se unieron en aplausos. El también conocido como el médico de los pobres finalmente recibió el reconocimiento de la iglesia católica, aunque 72 años después de que se inició el proceso.

El recién nombrado beato nació en 1864 en el estado Trujillo (oeste), y posteriormente viajó a Caracas para estudiar medicina en la Universidad Central de Venezuela.

En el ejercicio de su profesión fue reconocido por brindar atención gratuita numerosos pacientes de escasos recursos, a quien llegó incluso a comprarles el tratamiento médico.

José Gregorio Hernández sobrepasa los límites de la iglesia católica para los venezolanos, pues chamanes, santeros e incluso espiritistas del país también lo veneran.

«Yo no soy católico, yo soy santero, pero el poder de José Gregorio Hernández es de todos los venezolanos. Por ahí dicen que nuestra fe (la fe de los santeros) había retrasado su beatificación, pero la falta de ese reconocimiento nunca le quitó poder para curar a los pobres que muchas veces no tienen acceso a un médico», dijo Martín Garretes a Sputnik.

Garretes contó que, pese a profesar otra religión, acudió a la iglesia la Candelaria porque era uno de los lugares predilectos del doctor cuando estaba vivo.

Larga espera

La iglesia reconoció un milagro de José Gregorio Hernández un siglo después de su muerte, en medio de la pandemia por COVID-19, aunque para los venezolanos la beatificación se queda pequeña.

«Para mí es un santo, para mí no es ningún beato, inclusive para el pueblo creo yo, no es beato, pero bueno esos son los procedimientos que el Vaticano coloca para canonizarlo como santo, pero realmente José Gregorio Hernández desde que murió es santo, porque él fue un hombre altruista, un hombre de amor, humanista, espiritual, solidario», señaló a Sputnik Mervin Mármol.

Mármol es el artista plástico que pintó los murales de la esquina Amadores de La Pastora, donde falleció el beato tras ser atropellado por uno de los pocos autos que había en Caracas en 1919.

La pandemia por COVID-19 implicó restricciones, José Gregorio no fue venerado en su iglesia de la Candelaria, sino en La Salle, un templo católico cercano a La Pastora. Allí, solo pudieron entrar 150 personas.

Aunque las autoridades pidieron a la población permanecer en sus casas para evitar el contagio del nuevo coronavirus, las aglomeraciones fueron inevitables. El fervor, la fe de los creyentes les impidió el distanciamiento, aunque todos llevaban caretas y tapabocas, algunos con imágenes del beato para venerarlo.

Si algo dejó la beatificación en Caracas fueron numerosas manifestaciones de expresión popular. Ahora, muchas paredes de la ciudad y espacios públicos están decorados con símbolos o retratos de muchos colores en honor al beato, a quien todos los creyentes piden el fin de la pandemia.

 

CON INFORMACIÓN DE SPUTNIK, AGENCIA RUSA DE NOTICIAS