Para Wilson Durán el rugby es como la vida: tiene momentos buenos y malos, te da y te quita, pero, sobre todo, te enseña que no importa cuántas veces te caigas, sino cuántas te levantas para intentarlo de nuevo, aunque las circunstancias no sean las mejores.

«Cuando tienes el balón, tienes el control, pero cuando lo pierdes, te castigan y debes luchar para recuperarlo. Y si cometes un penal, debes retroceder 10 metros. En la vida es igual: si cometes un error te derriban, pero tienes la oportunidad de luchar para levantarte, y aún si tienes que retroceder, no estás derrotado», asegura.

Wilson tiene 21 años y es jugador y entrenador del equipo juvenil de rugby del Colegio Jaime Garzón, que representa a Norte de Santander en la final de los Intercolegiados. Empezó a practicarlo hace seis años por la invitación de un amigo y desde entonces dedica gran parte de su tiempo a este deporte, que le ha dejado grandes lecciones.

«Cuando comencé no había muchas escuelas en Cúcuta. Eran pocos los niños que asistían, pero no eso no nos importó y seguimos en el proceso con los 10 o 15 que llegaban. Luego se fueron creando otras escuelas con las que estrechamos lazos y nos hicimos amigos. Dentro de la cancha éramos rivales, pero fuera de ella, hablábamos y compartíamos una gaseosa. En el rugby, los amigos que hacemos son para toda la vida», afirma.

Su disciplina y constancia lo hicieron merecedor junto a otros jóvenes de dos viajes al exterior, que marcaron su camino. El primero lo hizo a Venezuela y el segundo a Europa, donde visitó Georgia y Turquía, dos países con una vasta cultura deportiva.

«Fue una experiencia en la que conocí los valores del rugby y me pude dar cuenta de su poder transformador. Con un par de guayos y un consejo lo puedes alejar de malos caminos. Cuando regresé me formé como entrenador, hice cursos y ahora dirijo una escuelita», expresa.

Wilson Durán juega y entrena a los más chicos de la escuela Carboneros, en donde creció, se formó y ahora cumple con otro rol. La escuela está ubicada en Atalaya, un barrio popular de Cúcuta, en donde el rugby se ha empezado a ganar un espacio.

Su propósito ahora es incentivar a sus dirigidos para que, así como él, promuevan el deporte en sus comunidades y colegios. «Estoy orgulloso con lo que he logrado y ahora quiero que estos niños sigan por ese mismo camino, que enseñen esta misma filosofía a sus compañeros. Tienen todas las capacidades», finaliza.