Por Ricardo Andrés Giraldo Cifuentes Abogado de la Universidad Católica de Oriente, Especialista en Derecho Comercial de la Universidad Autónoma Latinoamericana, Especialista en Derecho Procesal Penal de la Universidad Autónoma Latinoamericana, Magíster en Derecho Procesal Penal y Teoría del Delito de la Universidad Autónoma Latinoamericana, Doctorando en Derecho-(línea de investigación en Derecho Penal), de la Universidad Sergio Arboleda, Estudiante de Postgrado en Derecho Constitucional, de la Universidad Sergio Arboleda.

 

El conflicto armado no internacional que sufre Colombia desde hace varias décadas, cinco por lo menos, es presentado por algunos académicos como histórico y estructuralmente insólito, lleno de dudas, tan prolongado en el tiempo que cada día sigue dejando víctimas y más víctimas, dentro de las que se encuentran niños, campesinos, mujeres, jóvenes, ancianos, líderes sociales, etc.

Este conflicto armado no internacional había sido definido históricamente como dos contendores en los extremos y un pueblo en la mitad (André Scheller D’angelo), pero hoy la historia ha demostrado que ya no son dos meros contendores extremos, y un pueblo en el medio, hoy en día el Comité Internacional de la Cruz Roja ha reconocido la existencia de al menos siete conflictos de carácter no internacional en Colombia, claro y con el pueblo en el medio como la víctima.

Como se ha dicho hasta el cansancio, Colombia ha tenido varios procesos de paz, algunos exitosos, incluso hoy el presidente puede serlo gracias a ese proceso de paz y a la herramienta jurídica que se utilizó, el indulto.

Hemos levantado la voz en defensa de la paz como un derecho y una obligación que viene por mandato del artículo 22 de la Constitución Política de Colombia, pero tanto el ego como el cáncer arrasa con todo lo que toca, obnubila el juicio de quienes a toda costa quieren negar que la única salida al conflicto armado en Colombia, sea este urbano, rural o mixto, es un proceso de negociación, reconociendo que estos actores del conflicto días tras día ejecutan hechos políticos. Es anacrónico el viejo discurso de quienes atribuyen estatus políticos sólo cuando pretenden tomar el poder por las armas, o peor, cuando atribuyen a estos hechos políticos, meros actos de gobernanza.

El sofisma del proceso de paz con las Ex – AUC, sólo dejó más heridas abiertas, dudas, víctimas, descontrol y por supuesto, el sentimiento de traición de los más de Treinta y un mil combatientes que se desmovilizaron en aquel proceso. Traicionados porque lo negociado no fue cumplido, les quitaron lo único que podía darles seguridad jurídica en su proceso y de paso, seguridad personal., el reconocimiento como sediciosos. Creyeron en el Estado y se sintieron traicionados, con un proceso de justicia transicional que lleva alrededor de diez y ocho años (18), con ochenta y ocho sentencias individuales (88), seis (06) macro sentencias de veintiuna establecidas (21), con procesos de restitución de tierras enredados, engorrosos, donde muchos combatientes, muchos de ellos ni siquiera fueron comandantes, han denunciado bienes como propios de aquella organización sólo con el ánimo no ser excluidos de Justicia y Paz. Ni que decir de los comandantes, muchos de ellos aceptaron la pena alternativa de ocho años (08), todos las cumplieron y algunos, llevan más de quince años en prisión y hasta extraditados.

Pero ¿por qué traer esto a colación? Cuanto quisiera que la respuesta fuera sencilla, pero no lo es. Porque ante semejante antecedente, ¿Cómo exigirles a los actores del conflicto armado en Colombia, aquellos de los SIETE que reconoció el CICR, en el mes pasado, que la única salida para algunos de ellos, excepto las guerrillas, es el sometimiento?

¿Con qué autoridad moral el estado (el de hoy y el de siempre), cataloga con quienes negocia y a quienes pretende someter con el engaño de no ser actores políticos, o con el argumento de que sólo ejercen gobernanza? Tuviese autoridad moral si después de los procesos de paz o de sometimiento disfrazados de paz, se hubiesen ocupado de los miles de combatientes y territorios que quedaron a merced del abandono estatal, porque todos los que hoy existen, lo son precisamente por ese abandono. Basta con mirar la historia de las disidencias de las guerrillas, del nacimiento de las AGC, de los Grupos que operan en las ciudades para darnos cuenta que la historia tiene más lazos que se mezclan de los que podríamos imaginar, con un punto en común para todos. Todos nacen del mismo ego del estado en reconocer que fallaron en anteriores procesos y que seguirán fallando sino reconocen lo que es evidente.

 

 

 

Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas y responsables del autor y en ningún momento comprometen la postura de nación paisa