Pese a que en Colombia el plagio es considerado como un delito penal, sus implicaciones y consecuencias dependen del contexto en el que se desarrolle y el nivel de daño que cause a los autores, ya sean del área de literatura, ficción, comercial o académica.

Aunque cada año en las publicaciones académicas los casos de plagio se presentan con una frecuencia entre el 5 y 10 %, son muy pocos los que se hacen públicos, y aún menos aquellos que resultan con medidas sancionatorias, ya que la mayoría termina con la devolución del texto.

Así lo asegura en su investigación Catalina Ramírez Ajiaco, magíster en Estudios Sociales de la Ciencia, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien a partir de un caso de estudio, referencias y argumentos de expertos, realiza reflexiones sobre la construcción del plagio como delito en el país.

En su estudio, la magíster trabajó con el expediente del caso de una profesora universitaria que plagió a una estudiante en 1997. La estudiante, quien presentó su tesis de pregrado sobre un famoso poeta colombiano, fue plagiada por una docente de la misma universidad, quien en diciembre de ese mismo año publicó un texto sobre el mismo autor y en el cual se encontraron apartes que coincidían, como el título.

 

Aunque la estudiante expuso en su momento el caso ante la universidad donde estudiaba, la institución determinó que no había plagio. La joven tomó acciones legales que la llevaron a un fallo a su favor diez años más tarde.

Este es el único caso hasta ahora registrado en el país que ha pasado por las tres instancias penales: Fiscalía, Sala Jurisdiccional Disciplinaria y Corte Suprema de Justicia.

La investigadora contó además con la asesoría de varios docentes de Derecho, del juez encargado de llevar los casos ante la Dirección Nacional de Derechos de Autor y de algunos profesores expertos en el tema. Así mismo, asistió durante tres años a múltiples talleres y charlas sobre el plagio en el país, con el fin de entender por qué las personas están familiarizadas con este tema, y orientar y consolidar un acercamiento del plagio con la realidad.

Según la investigadora, en el ámbito académico muchas de las infracciones por plagio se justifican en el desconocimiento de una adecuada citación, algo que complejiza cualquier proceso disciplinario pues hace difícil un proceso de acusación claro.

“Lo peor que podemos hacer es decir que la gente no sabe citar; tenemos que reflexionar sobre cómo les estamos enseñando a las personas las dinámicas de lectura de otros textos y cómo se hace uso de ellos. También debemos cuestionarnos sobre la manera como estamos presionando los procesos académicos para que los estudiantes no se sientan en libertad de manifestar sus propias ideas”, señala la magíster.