Como parte del ciclo de paneles Mujeres por el campo: experiencias desde la ciencia y la agricultura liderado por la Asociación de Biotecnología Vegetal Agrícola, Agro-Bio, en alianza con el SENA y la Universidad del Magdalena, más de 150 mujeres rurales de Colombia provenientes de diferentes asociaciones, etnias y municipios del país compartieron sus percepciones sobre el acceso a tecnologías.

Según cifras del DANE, más de 5.8 millones de mujeres en Colombia son mujeres rurales, lo que representa cerca de la mitad de la población que vive en el campo. Tan diversas son étnicamente, como lo son sus problemáticas y limitaciones a la hora de crecer como empresarias del campo. Una de las principales limitantes, según ellas, es el acceso a tecnologías que faciliten su labor como lo son aquellas aplicadas en mejoramiento genético de semillas.

Diana Cruz, agricultora de maíz transgénico del Meta que asistió en calidad de panelista, empatizó con las asistentes pues hace años su situación era otra.

“Cuando empecé sembraba maíz clavito, una variedad criolla; cortábamos las puntas y guardábamos las semillas para la siguiente temporada, pero los rendimientos eran tan bajos que las ganancias se me iban en pagar obreros. Desde que empecé a sembrar maíz genéticamente modificado pude crecer poco a poco y con los años pasé de 5 hectáreas a las 800 hectáreas que siembro ahora, combinando la semilla transgénica con prácticas biológicas en el manejo”.

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A partir de una encuesta interactiva, las asistentes señalaron que además del acceso a tecnología en semillas, la falta de el acceso a maquinarias, capacitaciones, e internet dificultan su labor en el campo, más aún cuando muchas de ellas también reparten sus actividades de campo con el cuidado del hogar. Para la panelista Dolly Rodríguez, profesora de la Universidad de LaSalle sede Utopía en Yopal, la transformación de las mujeres cuando entran en contacto con las tecnologías es innegable:
“En mi trabajo como docente de agropecuarias me encuentro con decenas de jóvenes que vienen de zonas rurales donde ha estado presente el conflicto armado, y llegan en una actitud totalmente sumisa. Cuando entran a un laboratorio por primera vez, aprenden y se empoderan con su saber, se convierten en mujeres decididas y capaces de liderar proyectos productivos”.
Una de las asistentes, representante de una asociación de hortalizas de Pasto, expresó que ha encontrado muchos problemas para emprender en un medio dominado por hombres, en donde no se le tiene en cuenta por su género y edad. María Beatríz “Pilu” Giraudo, agricultora de cultivos transgénicos en Argentina y fundadora de la Red de Mujeres Rurales del mismo país, quien asistió como invitada internacional, señaló que la mejor herramienta para vencer esa barrera es la asociatividad entre mujeres:
“En mi país no lográbamos que confiaran en nosotras, por eso creamos la Red Mujeres Rurales y nos unimos todas: estamos mujeres originarias, indígenas, científicas, productoras, artesanas, comunicadoras, educadoras, y demás, armando una red de apoyo que contiene la diversidad que representamos en saberes. Todas aprendemos de todas y somos puente para reunir a los actores necesarios para la acción colectiva”.

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Para Pilu, el acceso a biotecnología es fundamental pues en la actualidad a las mujeres rurales se les exige producir cada vez más alimentos, cuidar el ambiente, y promover el desarrollo en sus comunidades, y este tipo de tecnología le ha permitido a las mujeres rurales facilitar su trabajo y aportar a la seguridad alimentaria al tiempo que obtienen mejores resultados como emprendedoras.
Crédito:EFE. Foto cedida por la Asociación de Biotecnología Vegetal Agrícola.